El primero en incorporar un techo retráctilUN MITO SIN TECHO
La década de los 30 trajo consigo un aumento de la oferta, con diferentes líneas y modelos que comenzaban a revolucionar el mercado. La firma gala, Peugeot, no se quedó atrás y dio un golpe de efecto presentando el 401, y su versión mejorada, el revolucionario 402.
Su repercusión en el conjunto de la industria del automóvil fue enorme tras su aparición en el Salón de París de 1935. El coche era largo, medía 4,85 metros, 1,65 de anchura y 1,58 de altura. Su peso era de 1.200 kilos. Vestía un propulsor potente para la época con un motor de 4 cilindros en línea, que rendía 55 caballos. El cambio era mecánico, de 3 marchas. Una serie de combinaciones que le permitieron alcanzar una velocidad máxima de 120 kilómetros por hora. Posteriormente, aumentaría la potencia hasta los 70 caballos, gracias a su motor diésel.
La silueta del Eclipse era inconfundible y pronto se convirtió en uno de los coches más originales de todos los tiempos. Sin embargo, un sólo detalle lo convirtió en una construcción única que abrió el camino a la familia de descapotables que vemos en nuestras carreteras. Se trataba del mecanismo automático de la capota que la permitía replegarse en el maletero.
Un dispositivo a día de hoy sencillo, pero que entonces había que inventarlo. El concepto ha sido recuperado en diferentes modelos de la compañía, como el reciente y aplaudido 308 CC.
El encuentro entre tres visionarios, /George Paulin, dentista y diseñador, el carrocero Marcel Pourtut y el gerente de un concesionario, Emile Darl’ Mat, había revolucionado la percepción de los coches sin techo. El coupé cabrio gozaba de una personalidad muy marcada. Su parte delantera hacía gala de una concepción aerodinámica propia. Su novedoso estilo dio lugar a la creación de diferentes carrocerías, todas con un diseño vanguardista. Se mantuvo en la línea de producción hasta 1944, llegándose a comercializar 75.000 unidades.
Su repercusión en el conjunto de la industria del automóvil fue enorme tras su aparición en el Salón de París de 1935. El coche era largo, medía 4,85 metros, 1,65 de anchura y 1,58 de altura. Su peso era de 1.200 kilos. Vestía un propulsor potente para la época con un motor de 4 cilindros en línea, que rendía 55 caballos. El cambio era mecánico, de 3 marchas. Una serie de combinaciones que le permitieron alcanzar una velocidad máxima de 120 kilómetros por hora. Posteriormente, aumentaría la potencia hasta los 70 caballos, gracias a su motor diésel.
La silueta del Eclipse era inconfundible y pronto se convirtió en uno de los coches más originales de todos los tiempos. Sin embargo, un sólo detalle lo convirtió en una construcción única que abrió el camino a la familia de descapotables que vemos en nuestras carreteras. Se trataba del mecanismo automático de la capota que la permitía replegarse en el maletero.
Un dispositivo a día de hoy sencillo, pero que entonces había que inventarlo. El concepto ha sido recuperado en diferentes modelos de la compañía, como el reciente y aplaudido 308 CC.
El encuentro entre tres visionarios, /George Paulin, dentista y diseñador, el carrocero Marcel Pourtut y el gerente de un concesionario, Emile Darl’ Mat, había revolucionado la percepción de los coches sin techo. El coupé cabrio gozaba de una personalidad muy marcada. Su parte delantera hacía gala de una concepción aerodinámica propia. Su novedoso estilo dio lugar a la creación de diferentes carrocerías, todas con un diseño vanguardista. Se mantuvo en la línea de producción hasta 1944, llegándose a comercializar 75.000 unidades.
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